EL JUEGO Y LA RISA:
DOS ASUNTOS MUY SERIOS

Hace algún tiempo, participé en un taller de formación profesional centrado en el juego. Ya había completado mis estudios en psicología y esperaba obtener una explicación teórica sobre la relevancia del juego en el desarrollo infantil. Sin embargo, me sorprendió que al inicio del taller, el facilitador nos presentara una variedad de juguetes y nos invitara a elegir uno para jugar. Al reflexionar sobre cómo interactuar con esos juguetes, me di cuenta de que mi conexión con el mundo infantil se había distanciado con el paso del tiempo y mi transición hacia la adultez.

La experiencia fue reveladora. Al crecer, parece que olvidamos lo creativo que podemos ser, ya que no nos damos permiso de imaginar y sorprendernos ante el mundo que nos rodea. A medida que nos hacemos adultos disminuye la capacidad de asombrarnos ante el mundo que nos rodea. No obstante, al convertirnos en padres estas habilidades se recuperan.

La mayoría de los padres ven el jugar como una cosa de niños y dejan a un lado la importancia de esta actividad en la vida infantil. Según el psicólogo americano Bettelheim (1987), la separación entre el mundo de los adultos y el de los niños es un fenómeno del mundo moderno. Hasta el siglo XVIII los niños y los adultos participaban juntos en los juegos. Había, según él, un entendimiento inmediato entre adulto y niño, no solamente porque jugaban juntos sino principalmente porque ellos se observaban y compartían una actividad significativa para ambos.

La vida moderna ha acentuado las diferencias entre los dos mundos. En un sentido, debemos reconocer que es saludable mantener un espacio propio donde niño y adulto puedan expresarse libremente. Ciertamente hay un territorio al que el adulto no tiene acceso, que pertenece solo al niño. Parte de este territorio es el de sus más profundas fantasías, donde el niño enfrenta sus miedos y resuelve sus contradicciones internas en un espacio seguro.

Sin embargo, es importante reconocer que la ausencia total de un adulto en las actividades recreacionales del niño puede ser detrimental. Estoy segura que muchos de nosotros tenemos en un lugar especial el recuerdo de aquel tío, abuelo, o padre que nos cedió parte de su tiempo y compartió con nosotros nuestro mundo infantil. Desde el punto de vista de un niño, esto representa un privilegio.

BENEFICIOS DE JUGAR EN FAMILIA

  • FORTALECER LAZOS FAMILIARES

    Los juegos fortalecen la cooperación y vínculos familiares. Al jugar en grupo se crean espacio de confianza, camaradería y sin duda estimula la atención, creatividad y fortalece la autoestima.

  • CULTIVAR RELACIONES SOCIALES

    Los juegos de mesa por su parte representan otra fuente de aprendizaje para el mundo infantil. El respetar las reglas, esperar turno y experimentar el fracaso o triunfo, son situaciones que preparan al niño para vivir en sociedad.

  • FOMENTAR EMPATIA

    En los niños pequeños de 3-5 años, el juego de personificar, como por ejemplo jugar al doctor, al papá y la mamá, es una actividad donde a través de la imitación del rol del adulto los niños ejercitan el ponerse en el lugar de otro. El cambiar de roles les permite desarrollar el lenguaje, la creatividad, el pensamiento y también liberarse de tensiones y miedos ya que los personajes que adoptan pueden reflejar aquello que los niños no son capaces de aceptar conscientemente.

  • EJERCITAR LA MENTE Y EL CUERPO

    Los juegos al aire libre le permiten ir creando conciencia de su cuerpo. Estos son esenciales para el desarrollo de su control motor y más adelante para el de su seguridad y confianza emocional. Al participar del juego en equipo, se están sentando las bases para la cooperación y solidaridad.

El juego, siendo una actividad de disfrute, es un medio para disipar tensiones y para crear armonía interior, y cuando se comparte en familia trae acercamiento, armonía familiar y memorias inolvidables. Parte de la labor de educar es también la de divertirse. El juego trae consigo el relajamiento y la risa, que a veces son la mejor medicina para crear una atmósfera agradable y propicia para la comunicación saludable.

Cuando somos adultos nos permitimos la oportunidad de disfrutar lo que hacemos, nos estamos acercando a un estado interno de satisfacción que nos motiva a cultivar cualidades positivas en nosotros mismos y en nuestras vidas. No se requieren condiciones especiales, simplemente una actitud mental relajada y positiva. Una risa de vez en cuando traerá más energía a su vida y con ella más felicidad a su alrededor.

 

Escrito por: Maritza Morelli, Directora Ejecutiva & Cofundadora de Los Niños Primero